Porque también aprendì, que la mayoría de las personas no piensan como yo.
Antes peleaba por darle mayor valor a mi discurso, apelando a un alto capital simbólico dentro del campo en que me movía. Ahora, aprendí a callar.
Porque, son pocos los que comprenden ese mensaje.
Porque me siento fuera de lo que rige la sociedad, o al menos pretendo estarlo.
Porque explicar el sentido social y humanista parece ser dificil de razonar, ante el ser individual.
Aprendí a callar los deseos utópicos que me vienen de no se donde. Desde mis entrañas latinas con esa mezcla desendiente de la europa hispana, debe ser.
Aprendí a callar y no mostrarme apasionada cuando me siento identificada con algún poeta loco de los años 70.
Si, señores!. Aprendí a callar.
Aprendí a callar, pero conocí aquel lugar en donde América es todavía revolucionaria.
Aprendí a callar, pero sali a golpear mis cacerolas cuando el pueblo se levanto en el 2001.
Aprendí a callar, pero profesé mi más sentido de protesta y recuerdo activo en cada marcha del 24 de marzo.
Aprendí a callar, pero festejé en diciembre del 2006 el fin de la existencia de uno de los personajes más nefastos de la historia Chilena.
Aprendí a callar, pero quiero recorrer cada uno de los pueblos. Quiero, no perder la cordura sobre el resultado que provoca este estilo social en cada rincòn de América Latina.Y aunque me cueste verlo, no les puedo negar, en este tiempo aprendì a callar.
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