1/7/08

Alta furia, enajenado, desperto aquella mañana de su profundo sueño.
Algunos eran viejos, con escenas de costumbres, con rutinas indeseables. Otros, jovenes, con el andar flexible en sus musculos.
Verde era el paisaje, imponente, con tonos blancos y penetrantes que desafiaban la visión. Alli estaban ellos, oponiendose a los ancianos oscuros de los tiempos de la conquista. Con saberes anticuados, con la opacidad del ser marchito, con el declive casí inevitable en sus cuerpos.
Alli, se encontraron el presente y el futuro, se fusionaron en él. Se detuvo su salto al más alla. Se freno el destello de colores que giraban en torno a la virgen naturaleza.
Los verdes comenzaron a perder claridad, los mates fueron ganando terreno y los de corta edad, fueron envejeciendo. De pronto, se encontraron sin fuerza, dejaron su potencial en algún rincón. No supieron cuando ni como fue, cambiaron sus musculos libres por huesos débiles. Sus frescos sueños por una fuerte estructura racional individualista.
Desde una angustia muy fuerte, él desperto, lleno de ira y furia. De enojo sin explicación.
Cuando desde las sabanas vio, un papel de su mujer, en el que le agradecia por su amor.

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